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viernes, 10 de julio de 2020

Esto no es un adiós, sino un "gracias" Maestro Agustín Alezzo




















Siempre tuvo un don de gente y una humildad que solo merecen nuestro respeto y admiración. Por eso debe ser, que lo llamaban Maestro, y sin ninguna duda, fue nuestro gran Maestro de actores. En marzo estaba por inaugurar su nueva sala de teatro/escuela "El Duende", en la que había invertido dos millones de pesos, todos sus ahorros, para la instalación y equipamiento. Aguardaba, ese momento con paciencia y confiado en la suerte. Pero esta vez, esa suerte en la que creía fervientemente, le jugó una mala pasada y el maldito Covid 19 le arrebató su vida.

Una vida extraordinaria y rica en experiencias. Alumno de Lee Strasberg en el célebre Actor Studio, fue uno de los pioneros en utilizar el método Stanislavsky de formación actoral en el país, el que había aprendido de su gran maestra Hedy Crilla. 

Sufrió persecución durante la dictadura militar, pero nunca abandonó su trabajo "Siempre he pensado que el miedo es algo inevitable y que si uno se rige por eso, no hace nada. Aunque con miedo, hay que hacer las cosas. Yo no podía aparecer en un periódico, en una radio, en televisión, ni en ningún lugar. De todos modos, daba clases en mi estudio. Entonces creé el grupo de Repertorio y con ellos hicimos 26 espectáculos, de los cuales dirigí cinco".

A lo largo de su extensa trayectoria, dirigió más de 70 obras entre las que pueden mencionarse Las Brujas de Salem, con Alfredo Alcón y Leonor Manso, Yo soy mi propia mujer, con Julio Chávez, Romance de Lobos, también con Alcón, Master Class, con Norma Aleandro, El jardín de los cerezos, con María Rosa Gallo y Roberto Carnaghi y Jettatore!, de Gregorio Laferrere, por la que en 2013 ganó el Premio Ace de Oro. 

Muchos son los actores que se han formado junto Alezzo. Entre su lista de célebres alumnos, figuran nombres como Julio Chávez, Jorge Marrale, Alicia Bruzzo, Muriel Santa Ana, Leonardo Sbaraglia, Paola Krum y Oscar Martínez, entre otros. Sobre su método expresaba"Lo que he buscado ha sido siempre lo mismo: un actor vivo, que se relacione realmente con el otro en escena, que trabaje con sus cinco sentidos despiertos, que esté relajado, concentrado y entendiendo fundamentalmente lo que está haciendo. En definitiva, un actor poniéndose más al servicio del teatro que el teatro al servicio de él".
 
Sobre el aplauso decía "Los aplausos en principio forman parte del espectáculo. Es una ceremonia que se acostumbra en todos los países. Al final del espectáculo, el público aplaude si le ha gustado el espectáculo. Y si no le ha gustado, también aplaude pero de otra manera. Se percibe claramente”. 

Al final del maravilloso "espectáculo" de su vida, todos quienes amamos el teatro lo despedimos con un interminable aplauso. Lo extrañaremos Maestro.


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